sábado, 9 de mayo de 2009

Un buen día


Hoy sali a la calle muy temprano. En el plano de la ciudad estoy a unos 6 kilometros al sur del mercado central. De hecho, debido a la construcción de un puente hace casi cuarenta años sobre un profundo barranco (hoy día el preferido de los suicidas) como parte de un proyecto de circunvalación este sector es una de las extensiones más próximas al centro histórico y más lejanas de la periferia actual por expansión del radio.

Un amigo optimista que disfruta los desayunos típicos me citó para platicar sobre la viabilidad de retomar un proyecto de arrastre (las crisis son oportunidades, me dijo). Y como también gusta del jazz (aunque siendo un escucha tradicional, no se porqué se le ha metido en la cesera el “smooth” y no ceja en inducirme), no le costó convencerme.

Por aquello del “macho parado no gana flete” me colgué al cuello el morral típico (una chulada de tejido- rótulo solojazz incluido- que me obsequiaron en agradecimiento por una colaboración) para llevar disimulada la vieja “laptop” (la tasa de obsolescencia de estos equipos tiene un ritmo vertiginoso) y acarrear al regreso una mi docena de mangos de “paxte” (ya empiezan a engusanarse y son tan sabrosos). Así, con el optimismo contagiado abordé el autobus medio destartalado y me encasqueté en el asiento que bruscamente me asignó el abrupto arrancón. Así, sin querer, estaba sentado justamente detrás del piloto con ray ban (o serengueti, no sé) y mi primera reacción fue reclamarle respeto (sobre todo a sus mayores) pero viendo que todavía extendía el boleto a una joven señora de cuyo cuello asomaba la inocente sonrisa de un niño y cuya mano jalaba a una niña medio sorprendida, preferí concentrar mi atención (un reflexivo quixote) en detener una posible caída libre encadenada (nunca sucede, ni con alineaciones mayores y solo yo he caido un par de veces), me pareció impropio. Me puse de pié y amortiguando un poco el riesgo de que el trío alargara su camino hasta el fondo del pasillo, ofrecí gentilmente la ventanilla para que los niños hicieran un cameo del paisaje a recorrer. La señora sin querer me paso dando un rodillazo que me recordó un dialógo (del baúl de los recuerdos) después de un baile, entre el loboestepariano Harry y Armanda, a la luz de Novalis : “ ¿creías que las piernas de una mujer son las patas de una mesa”?. Me reacomodé y devolví la sonrisa de agradecimiento de la señora. Dirigí una severa mirada de reproche al casi adolescente conductor a través del retrovisor, mirada que se convirtió en una cierta sonrisa al leer la leyenda pegada en el vidrio frontal : “Me 109 Cito”. Claro, me recordó la traducción de una melodía muy popular en los 70’s de “The Stylistics”.

Al final un desayuno sabroso, una idea viable para seguir soñando (de hecho, al regreso me dormí en el autobus y desperté media legua adelante de mi destino). Dentro del bonito morral (cómpremelo usted señora) un mango con gusanos, dos magullados, la laptop y (¡Oh sorpresa¡) un disco hechizo, deslizado. Se trata de “Keeping cool” de la fotogénica guitarrista Joyce Coolling (en la foto de Lisa Peardon). Por nostalgia agrego una melodía de otra Joyce, en su momento muy conocida en el ámbito de la Bossa Nova. Para acabar de ajustar el día, también los chicos de GoEar cumplieron su palabra.

2 comentarios:

Troglo Jones dijo...

Hola, amigo Armando. Me encantan los mangos, aunque nunca los he comido agusanados, je, je. Está bien alimentar los sueños en estos tiempos que corren. No conocía a la nueva Joyce, sí a la brasileña Joyce (Silveira, por más señas), de la que algún disco tengo. Me queda la duda en tu última audición, que se me juntan los títulos con los interpretes. Porque también había una cantante llamada Rita Lee, incluso tengo un disco suyo donde impregna de ritmo bossa nova a...¡los Beatles! Y es que hay fusiones peligrosas, je, je.

Abrazos.

Armando dijo...

Hola Troglo, los mangos, cada variedad con su sabor, son deliciosos, con el inconveniente de que hay que lavarse lueguito las manos y la boca (algunos necesitan seda dental. En le caso de los gusanos creo que hay un error de interpretación semantica, pero también se comen y a veces provocan "despertares". Algunas ves me prepare de postre una selección Beatles/Stone a la Rita, que me resultó muy rica y de cierta manera peligrosa, como bien dices.

Un abrazo